El
museo-taller de Casapueblo está ubicado en Punta Ballena, a 15 minutos de Punta
del Este. La construcción, que comenzó como una casilla de lata, fue creciendo
hasta lograr hoy una perfecta integración con el paisaje, sin afectar su
naturaleza. Sin ser arquitecto, se inspiró en el hornero y en el hombre de
campo que se vale del adobe para levantar su casa, y tratando de humanizar su
arquitectura, modeló las paredes con sus propias manos. Una vez dijo el
maestro: “Pido perdón a la arquitectura por mi libertad de hornero”.
El
museo-taller funciona en el centro de la monumental construcción. Está abierto
los 365 días, de sol a sol y anualmente es visitado por más de 60 mil turistas
de todo el mundo. Este sector de Casapueblo fue cedido por su creador, el
artista Carlos Páez Vilaró, con el deseo de incentivar el interés cultural de
la región. Para ello cedió al Museo gran parte de su obra realizada en
diferentes países en los últimos cincuenta años.
Con el
paso del tiempo, el Museo-Taller de Casapueblo se ha convertido en un continuo
centro de diálogo, recibiendo entre sus visitantes a personalidades vinculadas
al arte y la política. En sus salas se realizan conferencias, presentaciones de
libros y todo tipo de eventos relacionados con la cultura.
El estilo
de construcción del Museo sigue la línea del resto de la casa, es decir, una
arquitectura modelada, en lucha abierta con la línea recta y con concepto de horno
de pan. Carlos Páez Vilaró. También se percibe la influencia mediterránea en
este estilo tan particular que caracteriza al maestro uruguayo.
El camino
de Ernesto Sábato fue trazado por los propios obreros en el permanente
transporte de materiales. En el
recorrido, grandes esculturas en madera y metal van apareciendo como si fueran
silenciosos centinelas del barco quieto. En cada
rincón está el sello de su creador. En cada detalle de la casa se nota el paso
de su mano.
Hace
cincuenta años que con el tambor al hombro, bajaba a Montevideo el primer
viernes de febrero para unirse a “Morenada” la comparsa en la que integraba la
cuerda de tambores. En el conventillo, le había puesto color a la vida del
negro. Compuso más de trescientos candombes, decoró las comparsas, los
tambores, las Navidades y a través de sus cuadros –influenciado por Pedro
Figari- dio a conocer al mundo las raíces del folklore uruguayo.
Recorriendo
su prolífica obra se encuentran series de pinturas (realizadas en sus talleres
de New York, París, Tahití, África, Brazil, Argentina y Uruguay) referidas a
juegos, abstracciones, collagges, animales, bares, tango, mujeres y por
supuesto las comparsas, que son el resultado de cincuenta años batallando en la
búsqueda del arte, que el maestro con gran humildad confesaba seguir buscando “pues
aún no sabe si lo he encontrado”.
Parte de
su obra se encuentra en colecciones privadas (en su mayoría europeas), mientras
que el resto se exhibe en el museo, luego de haber sido expuesto en cientos de
galerías de los cinco continentes.
Al llegar
a la madurez de su labor y cumplir medio siglo consagrado a la creación, Carlos
Páez Vilaró bien tiene merecidas las demostraciones de reconocimiento, respeto
y afecto, que recibe día a día. Como decía él, sigo “en la lucha”, y así era, con
una energía que sorprendía y miles de proyectos que lo mantenían joven.
LA
CEREMONIA DEL SOL se realiza en las terrazas del Museo, al caer la tarde, todos
los días del año desde 1994. Se ha convertido en un clásico al que ningún
visitante quiere dejar de asistir. Es una especie de misa ecuménica, un momento
muy emotivo en el que todos hacen silencio y sólo se escucha la voz del
artista, que desde una grabación, dedica un poema al sol para despedirlo cada
tarde.
Las
golondrinas y gaviotas, atraídas por la música que llega hasta el mar, cierran
la ceremonia sobrevolando las terrazas del Museo, asombrando a los concurrentes
pues lo hacen en el instante en que el sol ha desaparecido totalmente detrás
del horizonte.
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