Exuberante
y selvática, Bengala es el refugio que Carlos Páez Vilaró construyó en Tigre
con el mismo espíritu de su legendaria Casapueblo.
Todo comenzó
a principios de los años 80, disparado por lo que no prometía ser más que una
serena caminata de verano. De la mano por una callecita de Tigre iban el
artista uruguayo Carlos Páez Vilaró y su segunda mujer, Anette, la argentina
que más tarde sería madre de tres de sus hijos. Al llegar a una esquina
desbordante de vegetación, una vieja casa de madera de 1889 con nostalgia de
estación de tren -pero hecha sobre pilotes- logró que la pareja hiciera un
alto. Más tarde, ese solar se convertiría en “Bengala” su casa argentina.
Emocionado
el maestro dijo: "A partir de una casona de madera abandonada nació mi
taller de Casapueblo, en el Tigre. Hoy estoy orgulloso de haberla anexado a la
Casapueblo de Uruguay, como una demostración de la hermandad que existe entre
el arte de los dos países". Si bien esa vivienda original perduró como el
atelier del artista, en el extremo opuesto del inmenso jardín -escondida entre
la mata tropical- se alza Bengala, la sorprendente casa erizada de galerías y
cúpulas.
Tratar de
explicar la raíz de las obras arquitectónicas de Páez Vilaró es imposible,
porque nada tienen que ver con otras corrientes o vanguardias ejemplo: arte de
vanguardia, Art decó, modernista,
Art nouveau, moderna ni contemporánea, la escuela de la Bauhaus no influenció
el arte del maestro, en absoluto, ya que a la arquitectura de Páez Vilaró sólo
se puede admirar como obras de arte habitables. Visualmente el artista siguió
el estilo de Casapueblo en Uruguay, es decir empleando su “arqui-textura”,
modelada con concepto de horno de pan. La casa esta ubicada entre frondosos árboles,
araucarias, magnolias y vigorosas palmeras se ubica la casa principal.
Con un
devenir bohemio, Páez Vilaró proyectó su hogar con una gran austeridad; allí el
ornamento decorativo entorpecería la mirada, fija en la arquitectura. En
Bengala no hay grandes lujos, pero sí recuerdos de toda una vida. Quizá lo más
admirable es la presencia de la mano del dueño de casa en cada rincón, en cada
objeto, en sus bibliotecas pobladas de piezas que rememoran expediciones
culturales por el mundo, en especial por África, donde vivió varios años.
Cuando se
le consultó por qué eligió esta esquina ribereña alejada de la ciudad, Páez
Vilaró respondió: "El Tigre es una región tocada por las manos de Dios. A
la riqueza de su naturaleza se suma lo único que tienen sus pobladores. Me
siento feliz de haber encontrado esta nueva familia".
Cuentan
que Bengala fue el nombre elegido porque que evoca al tigre, felino admirado
por el artista y, más íntimamente, al barrio que la envuelve. La casa esta realizada
en etapas, al proyectarla se pensó en una vivienda funcional, que hiciera
posible recibir con comodidad a las personas. De esa manera, se planeó un área
principal y otra casi en espejo, para invitados. Ambas están unidas por un
largo corredor que mira hacia la galería y tiene acceso independiente a las
habitaciones de la planta alta.
Del otro
lado del parque, el atelier -poblado de un sinfín de obras pintadas por Páez
Vilaró, allí mismo- estaba siempre listo para recibir al artista en una de sus
añoradas estadías. Mientras tanto, la propiedad funciona como espacio de
interés cultural, donde se organizan recorridos con una guía especializada (que
debe pedirse con anticipación) dado que la casa era el mundo privado de un
hombre que trascendió las orillas del Río de la Plata y fue considerado uno de
los grandes artistas latinoamericanos.
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