Gabriel García
Márquez murió este jueves a los 87 años en la Ciudad de México. En los últimos
días, tras haber sido internado la semana pasada por una infección pulmonar y
de vías urinarias y luego recibir el alta, había circulado la información de
que el escritor colombiano había sufrido una recaída del cáncer linfático que
padeció en 1999.
García Márquez
nació el domingo 6 de marzo de 1927 en Aracataca, un municipio del noreste
colombiano, en el departamento de Magdalena. Macondo, el pueblo mágico en el que
transcurre Cien años de soledad, nació ahí junto con él.
Su vida
El escritor
colombiano Gabriel
García Márquez, creador del realismo mágico latinoamericano
con su emblemática novela "Cien años de soledad", murió hoy 17 de
Abril en la Ciudad de México a los 87
años de edad.
García Márquez,
Premio Nobel de Literatura 1982, había salido
recientemente de un hospital en la Ciudad de México en el que
permaneció internado una semana por una infección
pulmonar y de vías urinarias.
El día de su
cumpleaños, el 6 de marzo, el autor salió a la puerta de su residencia en un
lujoso barrio al sur de la capital mexicana para agradecer a las personas que
habían acudido a felicitarlo.
Nacido en Aracataca (Magdalena), el 6 de marzo de 1927.
Los abuelos eran dos personajes bien particulares y
marcaron el periplo literario del futuro Nobel: el coronel Nicolás Márquez,
veterano de la guerra de los Mil Días, le contaba al pequeño Gabriel infinidad
de historias de su juventud y de las guerras civiles del siglo XIX, lo llevaba
al circo y al cine, y fue su cordón umbilical con la historia y con la
realidad. Doña Tranquilina Iguarán, su cegatona abuela, se la pasaba siempre
contando fábulas y leyendas familiares.
Sin embargo, a las historias, fábulas y leyendas que le
contaron sus abuelos, sumó una experiencia vital que años más tarde sería
temática de la novela escrita después de recibir el premio Nobel: el recorrido
del río Magdalena en barco de vapor. En Zipaquirá tuvo como profesor de
literatura, entre 1944 y 1946, a Carlos Julio Calderón Hermida, a quien en
1955, cuando publicó La hojarasca, le obsequió con la siguiente dedicatoria:
"A mi profesor Carlos Julio Calderón Hermida, a quien se le metió en la
cabeza esa vaina de que yo escribiera". Ocho meses antes de la entrega del
Nobel, en la columna que publicaba en quince periódicos de todo el mundo,
García Márquez declaró que Calderón Hermida era "el profesor ideal de
Literatura".
En 1947, presionado por sus padres, se trasladó a Bogotá
a estudiar derecho en la Universidad Nacional.
A principios de los años cuarenta comenzó a gestarse en
Barranquilla una especie de asociación de amigos de la literatura que se llamó
el Grupo de Barranquilla.
Gabriel García Márquez se vinculó a ese grupo. Al
principio viajaba desde Cartagena a Barranquilla cada vez que podía. Luego,
gracias a una neumonía que le obligó a recluirse en Sucre, cambió su trabajo en
El Universal por una columna diaria en El Heraldo de Barranquilla, que apareció
a partir de enero de 1950 bajo el encabezado de "La girafa" y firmada
por "Septimus".
En esa época del Grupo de Barranquilla, García Márquez
leyó a los grandes escritores rusos, ingleses y norteamericanos, y perfeccionó
su estilo directo de periodista, pero también, en compañía de sus tres
inseparables amigos, analizó con cuidado el nuevo periodismo norteamericano.
A principios de 1950, cuando ya tenía muy adelantada su
primera novela, titulada entonces La casa, acompañó a doña Luisa Santiaga al
pequeño, caliente y polvoriento Aracataca, con el fin de vender la vieja casa
en donde él se había criado. Comprendió entonces que estaba escribiendo una
novela falsa, pues su pueblo no era siquiera una sombra de lo que había
conocido en su niñez; a la obra en curso le cambió el título por La hojarasca,
y el pueblo ya no fue Aracataca, sino Macondo, en honor de los corpulentos
árboles de la familia de las bombáceas, comunes en la región y semejantes a las
ceibas.
En ese año de 1955, García Márquez ganó el primer premio
en el concurso de la Asociación de Escritores y Artistas; publicó La hojarasca
y un extenso reportaje, por entregas, Relato de un náufrago, el cual fue
censurado por el régimen del general Gustavo Rojas Pinilla, por lo que las
directivas de El Espectador decidieron que Gabriel García Márquez saliera del
país rumbo a Ginebra, para cubrir la conferencia de los Cuatro Grandes, y luego
a Roma, donde el papa Pío XII aparentemente agonizaba. En la capital italiana
asistió, por unas semanas, al Centro Sperimentale di Cinema.
Pese a tener poco tiempo para escribir, su cuento Un día
después del sábado fue premiado. En 1959 fue nombrado director de la recién
creada agencia de noticias cubana Prensa Latina. En 1960 vivió seis meses en
Cuba y al año siguiente fue trasladado a Nueva York, pero tuvo grandes problemas
con los cubanos exiliados y finalmente renunció. Después de recorrer el sur de
Estados Unidos se fue a vivir a México. No sobra decir que, luego de esa
estadía en Estados Unidos, el gobierno de ese país le denegó el visado de
entrada, porque, según las autoridades, García Márquez estaba afiliado al
partido comunista. Sólo en 1971, cuando la Universidad de Columbia le otorgó el
título de doctor honoris causa, le dieron un visado, aunque condicionado.
Recién llegado a México, donde García Márquez ha vivido
muchos años de su vida, se dedicó a escribir guiones de cine y durante dos años
(1961-1963) publicó en las revistas La Familia y Sucesos, de las cuales fue
director. De sus intentos cinematográficos el más exitoso fue El gallo de oro
(1963), basado en un cuento del mismo nombre escrito por Juan Rulfo, y que
García Márquez adaptó con el también escritor Carlos Fuentes. El año anterior
había obtenido el premio Esso de Novela Colombiana con La mala hora.
La consagración "Cien años de soledad"
Un día de 1966 en que se dirigía desde Ciudad de México
al balneario de Acapulco, Gabriel García Márquez tuvo la repentina visión de la
novela que durante 17 años venía rumiando: consideró que ya la tenía madura, se
sentó a la máquina y durante 18 meses seguidos trabajó ocho y más horas
diarias, mientras que su esposa se ocupaba del sostenimiento de la casa.
En 1967 apareció Cien años de soledad, novela cuyo
universo es el tiempo cíclico, en el que suceden historias fantásticas: pestes
de insomnio, diluvios, fertilidad desmedida, levitaciones... Es una gran
metáfora en la que, a la vez que se narra la historia de las generaciones de
los Buendía en el mundo mágico de Macondo, desde la fundación del pueblo hasta
la completa extinción de la estirpe, se cuenta de manera insuperable la
historia colombiana desde después del Libertador hasta los años treinta del
presente siglo. De ese libro Pablo Neruda, el gran poeta chileno, opinó:
"Es la mejor novela que se ha escrito en castellano después del Quijote".
Con tan calificado concepto se ha dicho todo: el libro no sólo es la opus
magnum de García Márquez, sino que constituye un hito en Latinoamérica, como
uno de los libros que más traducciones tiene, treinta idiomas por lo menos, y
que mayores ventas ha logrado, convirtiéndose en un verdadero bestseller
mundial.
Después del éxito de Cien años de soledad, García Márquez
se estableció en Barcelona y pasó temporadas en Bogotá, México, Cartagena y La
Habana. Durante las tres décadas transcurridas, ha escrito cuatro novelas más,
se han publicado tres volúmenes de cuentos y dos relatos, así como importantes
recopilaciones de su producción periodística y narrativa.
Premio Nobel de Literatura
En la madrugada del 21 de octubre de 1982, García Márquez
recibió en México una noticia que hacía ya mucho tiempo esperaba por esas
fechas: la Academia Sueca le otorgó el ansiado premio Nobel de Literatura. Por
ese entonces se hallaba exiliado en México, pues el 26 de marzo de 1981 había
tenido que salir de Colombia, ya que el ejército colombiano quería detenerlo
por una supuesta vinculación con el movimiento M-19 y porque durante cinco años
había mantenido la revista Alternativa, de corte socialista.
Dos actos confirmaron el profundo sentimiento
latinoamericano de García Márquez: a la entrega del premio fue vestido con un
clásico e impecable liquiliqui de lino blanco, por ser el traje que usó su
abuelo y que usaban los coroneles de las guerras civiles, y que seguía siendo
de etiqueta en el Caribe continental. Con el discurso "La soledad de
América Latina" (que leyó el miércoles 8 de diciembre de 1982 ante la
Academia Sueca en pleno y ante cuatrocientos invitados y que fue traducido
simultáneamente a ocho idiomas), intentó romper los moldes o frases gastadas
con que tradicionalmente Europa se ha referido a Latinoamérica, y denunció la
falta de atención de las superpotencias por el continente. Dio a entender cómo
los europeos se han equivocado en su posición frente a las Américas, y se han
quedado tan sólo con la carga de maravilla y magia que se ha asociado siempre a
esta parte del mundo. Sugirió cambiar ese punto de vista mediante la creación
de una nueva y gran utopía, la vida, que es a su vez la respuesta de
Latinoamérica a su propia trayectoria de muerte.
El discurso es una auténtica pieza literaria de gran
estilo y de hondo contenido americanista, una hermosa manifestación de
personalidad nacionalista, de fe en los destinos del continente y de sus
pueblos. Confirmó asimismo su compromiso con Latinoamérica, convencido desde
siempre de que el subdesarrollo total, integral, afecta todos los elementos de
la vida latinoamericana. Por lo tanto, los escritores de esta parte del mundo
deben estar comprometidos con la realidad social total.
Su amigo Fidel Castro
Después del Nobel, García Márquez se ratificó como figura
rectora de la cultura nacional, latinoamericana y mundial. Sus conceptos sobre
diferentes temas ejercieron fuerte influencia. Durante el gobierno de César
Gaviria Trujillo (1990-1994), junto con otros sabios como Manuel Elkin
Patarroyo, Rodolfo Llinás y el historiador Marco Palacios, formó parte de la
comisión encargada de diseñar una estrategia nacional para la ciencia, la
investigación y la cultura. Pero, quizá, una de sus más valientes actitudes ha
sido el apoyo permanente a la revolución cubana y a Fidel Castro, la defensa
del régimen socialista impuesto en la isla y su rechazo al bloqueo
norteamericano, que ha servido para que otros países apoyen de alguna manera a
Cuba y que ha evitado mayores intervenciones de los estadounidenses.
Tras años de silencio, en 2002 García Márquez presentó la
primera parte de sus memorias, Vivir para contarla, en la que repasa los
primeros treinta años de su vida. La publicación de esta obra supuso un
acontecimiento editorial, con el lanzamiento simultáneo de la primera edición
(un millón de ejemplares) en todos los países hispanohablantes. En 2004 vio la
luz su novela Memorias de mis putas tristes.
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