ERNESTO SÁBATO, SU PASIÓN POR LA PINTURA (Entrevista)





La pintura fue mi primera pasión, desde la niñez, cuando aún no sabía leer ni escribir. Pero al comenzar el colegio secundario, ya en la adolescencia, empecé a describir, torpemente, pesadillas y alucinaciones que sufrí en aquel período desdichado. Felizmente las destruía cuando tuve más conciencia. Durante el casi medio siglo que dediqué a los libros. Siempre sentía la dolorosa nostalgia por aquella primera vocación, y no podía entrar al taller de un amigo sin empezar a sentir una penetrante tristeza: bastaba el olor a la trementina. Ese sentimiento se acentuó en París, antes de la segunda guerra, cuando trabajaba en el Laboratorio Curie e iba a reunirme con los surrealistas, como si una buena y honesta ama de casa se entregara de noche a la prostitución.
Fue cuando me vinculé con Wifredo Lam, Matta, Tristan Tzara y el propio Breton. Pero, sobre todo, con Oscar Domínguez poco después del terrible suceso con el rumano Víctor Brauner, cuando Oscar en su taller, completamente borracho y enfurecido, lanzó un vaso roto contra uno de los que estaban. Este se apartó a tiempo y el vaso dio contra Brauner, arrancándole un ojo. Este extraño hecho tuvo enorme repercusión en el movimiento surrealista, porque unos diez años antes, Brauner había pintado un autorretrato con un ojo arrancado o vaciado por una especie de flecha en la que estaba colgada una D mayúscula. Hubo muchos trabajos e interpretaciones, incluyendo y sobre todo a "Minotaure", la revista que dirigía Bretón que era una especie de papa, que producía bulas y excomuniones.
Dadas las características nocturnas del movimiento, la separación de Domínguez era tan disparatada como si fuese promovida por un Comité de Buenas Costumbres en el infierno. Mi amistad con Oscar se hizo más estrecha a raíz de eso mismo, porque lo sentí como desarado, y terminé confesándole mi pasión por las cositas que dibujaba con carbonilla. Era muy exagerado, casi loco, y me dijo al verlas que debía abandonar esas "pavadas", que estaba haciendo en el laboratorio para ponerme a pintar; y para obligarme, me regaló una vieja caja de pintura, con algunos pomos y pinceles, enseñándome como preparar el diluyente.
Cuando llegó la guerra, volví a la Argentina y en ratos libres hice un par de naturalezas muertas y una copia del autorretrato de Van Gogh, con la oreja vendada que regalé a unos amigos y que, vanamente, muchos años después, pedí que me las de volvieran para quemarlas. No quisieron y lamento en el alma que anden por ahí.
La primera muestra que hice en el Petit Foyer del Centre Pompidou en 1989, presenté poco más de diez cuadros arrastrado por amigos y "connaisseurs", que habían visto las transparencias. Y ahora, también arrastrado por amigos españoles, me atrevo a mostrar lo que he hecho en estos últimos años que se distingue del período anterior en que abandono toda referencia al mundo natural, aunque se encuentren algunas frutas, que es lo más natural que existe, pero que en rigor son tan poco naturales como las otras visiones de mi inconsciencia.
Por lo cual quise calificar estas obras de "sobrenaturalistas", palabra ya inventada por Apollinaire, en mi opinión más justa que "surrealista", ya que la palabra "realidad", es quizá la más polivalente que hay en filosofía, donde cada filósofo le da un significado diferente. Mis propulsores saben cuantos escrúpulos tuve en presentar esta pequeña colección de "autorretratos" en esta tierra que es una de las tres o cuatro que más y mayores portentos dio a las artes plásticas.

Datos y contactos:

Ernesto Sábato - Palabras justificativas - ABC Cultural número 22 (C) "ABC Cultural".
Fuente: http://www.geocities.com/leerasabato/pinturas.htm

No hay comentarios: