El FENÓMENO DE LA TINELIZACIÓN DE LA CULTURA




Argentina se ha caracterizado por su gran ilustración y por grandes referentes en varios ámbitos de la cultura.
En la pintura: Berni y  su “Juanito Laguna”, Quinquela Martin con sus paisajes de puertos  sobresalen y se reconocen en el mundo entero.


En la música grandes compositores y cantores hicieron el deleite de millones,  como Carlos Gardel, más allá de las tantas veces discutida nacionalidad del cantante, si era francés, uruguayo o argentino. El magistral bandoneón de Astor Piazzolla,  las canciones infantiles de María Elena Walsh y folclore Mercedes Sosa la gran voz tucumana, resonaron por todos los rincones del planeta.
En la medicina no faltaron ilustres médicos como Salvador Mazza, quien lucho contra el mal de Chagas; Favaloro, ilustre cardiólogo que levanto toda una fundación sobre esa especialidad; Enrique Pichón Riviere, pionero del psicoanálisis en Argentina; El Dr.  Carlos  Malbrán,  catamarqueño que realizó una intensa labor científica en Bacteriología.
Y en la literatura no me alcanzarían las hojas para nombrarlos: Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, Ernesto Sábato,  Silvina Ocampo y las poesías ilustradas de Alfonsina Storni entre otros.
Pero ¿qué hay de estos tiempos? ¿Qué ilustres figuras son reconocidas a nivel internacional? ¿Messi, Tinelli, Susana Gimenez, Moria Casán?


En este principio de siglo XXI, las personas se encuentran bombardeadas continuamente por imágenes,  contenidos, noticias que nada tienen que ver con el mérito,  el esfuerzo y la idiosincrasia.
Los medios masivos de comunicación desplazaron la cultura letrada, el gusto por visitar museos y teatros.
Hay una devoción por estrellas de cartel. O por  destacarse “bailando” o “cantando” o “jugando” jueguitos o fútbol.
Desde la televisión millones están atentos a los vaivenes de bailarines, mediáticos que bailan en el prime time y otros tantos siguen programas para descubrir talentos a lo largo de la Argentina que nada tiene que ver con libros, con tiempo y dedicación a una profesión.
Esta impuesta la moda de “salvarse por la habilidad” y no por hábito a la constancia, el sacrificio.
Planteado así parece una obviedad. Apremiados por la crisis y estrechez presupuestaria las clases medias para abajo buscan una salida inmediata, no pueden apostar por el largo tiempo que implica una carrera.
¿Cómo revertimos esta situación los docentes, los padres que apostamos a un futuro mejor? ¿Cómo revertimos una tendencia que nos lleva a la banalidad? ¿Cómo demostramos que vale la pena el sacrifico, el cultivo de la lectura, el aprecio del arte, de la música autóctona y representativa de nuestra identidad nacional?


Será pues, el desafío de docentes desde el aula, desde los principios propios revertir  la situación apocalíptica en la que se encuentra nuestra sociedad.
¿O acaso solo los grupos de elite tienen arraigado el principio de ser hombres de ley, doctores, ingenieros? ¿O será que ellos poseen el tiempo y dinero para permitirse luego de una larga espera ver el fruto de su estudio?
Tengo la esperanza que no es así. Talentos, genios de la escritura, del arte de la medicina los hay en todos partes y en todos los ámbitos.
Es cuestión de darles esa oportunidad, de tocar esa fibra,  de hacer interesar a los jóvenes a proseguir con sus estudios, a que no vivan en la finitud del cuerpo y la estética, a desarrollar esa rutina que los llevará a desarrollarse como sujetos de bien. Hombres ilustres de un futuro cercano.
Porque en definitiva todos somos argentinos  y todos queremos esa Argentina reconocida no por sus habilidades sino por sus eruditos.

Por Verónica Sosa
Instituto Superior de Formación Docente Nº 11
Ituzaingo 1770, Lanús – Buenos Aires, Argentina

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