CARGANDO NUESTROS MUERTOS. A 34 años del golpe militar.
Flaco, alto y esa voz tan particular de él. Sentado bajo el parral de la casa de la calle Risso en Hurlingham, gesticulando con sus manos explicaba a la “Nena” sus ideales de libertad, de lejos en sus juegos un niño los observaba y escuchaba a ese hombre tan particular que era su tío “Rulo”, hablar de política, del Che, de Castro, de Perón y Evita, de su lucha y sus anhelos. Equivocado o no, ese era su Tío. Equivocado o no merecía un juicio justo, pero una noche lo desaparecieron. Sus hermanas llegaron llorando, todos estaban consternados, su hermano mayor fue hasta la casa donde vivía él, en San Miguel, la encontró revuelta, algún que otro vecino piadoso le dijo que, lo subieron a un falcón verde, hombre armados.
Una historia la de este hombre que, hasta el día de hoy perdura, nadie sabe donde esta su cuerpo, su mamá, vivió esa angustia de no tenerlo hasta sus últimos días y se fue de este mundo sin una noticia de él.
La foto, ilustración de esta nota, es elocuente, habla por si sola y nos deja un mensaje: el reportero gráfico carga sus muertos en su mochila, sobre su espalda las fotos de Claudio y Alejo Zurita desaparecidos entre los años 1978 y 1979, ¿serán sus tíos? No lo sabemos, pero si podemos alegar que nadie amparándose bajo un legado profético mesiánico, porque la junta militar creía y creen aún hoy que estaban sirviendo a Dios y a la Patria, mataron personas con impunidad, robaron bebés y propiedades como si ellos hubieran sido los dueños de las vidas y de los bienes.
¿Qué ley es la que usaron para cometer estos atropellos? ¿Dónde esta escrita? No hubo valentía suficiente para entregar los cuerpos de los muertos. Los militares ingleses fueron más respetuosos, salvando las distancias, en Malvinas existe el cementerio donde están identificados cada uno de los caídos en esa guerra, hay un lugar donde llorarlos, donde tenerlos presentes. Los desaparecidos eran subidos en vuelos organizados de la muerte y tirados al Río de la Plata en forma sistemática, pero el agua devolvió sus muertos, otros fueron enterrados en fosas NN y continúan desaparecidos.
Por último, en Argentina, entre los años 1976 y 1983, sin procesamiento, juicio ni sentencia, sin defensa posible y prescindiendo de todo tipo de normas legales, se eliminó a miles de ciudadanos en lo que, en palabras de Ernesto Sábato, constituyó “La más grande y terrible tragedia de la historia de Argentina”.
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