La obra “Diatriba de amor contra un hombre sentado”, encarna
el estilo de García Márquez, conjugando un lenguaje cuidado con metáforas
delicadas y climas propios del realismo mágico.
“Nada se parece tanto al infierno como un matrimonio feliz”,
son las primeras palabras del personaje de la obra -llamada también Graciela,
igual que la actriz protagonista Graciela Dufau-, quien a punto de celebrar las
bodas de plata de su enlace, hace explotar sus sentimientos ante la falta de
amor en la pareja. Durante una larga y calurosa noche en Cartagena de Indias,
hace un balance minucioso y apasionado de la relación y descarga una letanía de
reproches sobre su marido, quien asume una actitud algo indiferente, sin decir
absolutamente nada.
Él ha sido heredero de una familia caribeña de fortunas mal
habidas. Ella es una mujer que, de plebeya y tartamuda, logró cuatro doctorados
-y el mejor en retórica y elocuencia- para estar a la altura de la familia de
su marido, los Marqueses de Jaraíz de la Vera. “Lo que tuve que cambiar para no
ser menos”, dirá el personaje.
La obra gira en torno de la figura de la protagonista, la
actriz Graciela Dufau, quien fue la única protagonista de esta pieza teatral, logrando
que la verdadera escena se despliegue en su propio interior: un alma revuelta,
apasionada, inculta, divertida, dolorida y brutal. Esto se vio reflejado en un
trabajo nada sencillo, en el que Dufau, durante una hora y media, realiza
cambios de vestuario, sin salir nunca de escena, y atraviesa diversos estados
de ánimo.
La diatriba es, en efecto, un texto violento, irónico e
injurioso, pero es una diatriba de amor; ese sueño de amor, siempre presente e
incumplido, es lo que la protagonista vuelve a poner de pie, una y otra vez, y
es lo que atraviesa al personaje y a la obra, única en si porque el maestro no
realizó ninguna otra pieza teatral, un privilegio para la actriz argentina.
leoveoytecuento
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