El cantautor cubano Santiago Feliú, un artista que renovó
poética y sonoramente la tradición trovadora de su país, falleció de un infarto
en La Habana, a los 51 años.
La triste noticia sobre la muerte del músico se propaló a
través del sitio del trovador Silvio Rodríguez, quien escribió “Muchas malas
palabras se me ocurren. Muchas. `Son tantas, que se atropellan`”, parafraseando
al tema “La tarde”, de otro autor cubano, Sindo Garay.
Santiago, hermano menor de Vicente, que fue uno de los
fundadores del Movimiento Nueva Trova Cubana junto a Rodríguez, Pablo Milanés y
Noel Nicola, aportó su lirismo rabioso y un sonido eléctrico, también abonado
desde su peculiar toque de zurdo en una guitarra a la que no le modificaba el
orden de las cuerdas.
Con esa impronta, se convirtió en un inspirador puente
intergeneracional que ligó a aquellos impulsores con nuevas voces, como las de
Gerardo Alfonso, Carlos Varela, Frank Delgado y Kelvis Ochoa.
"Al igual que Silvio, los músicos más jóvenes de Cuba
seguimos fieles al compromiso que nos toca asumir, pero no tenemos una actitud
complaciente frente a las cosas que no nos gustan".
Nacido en La Habana el 29 de marzo de 1962, el instrumentista
que también ejecutaba el piano, el bajo, la armónica y la percusión, compuso
bellas canciones como "Para Bárbara", "Mi mujer está muy
sensible", "Búscame (sobrevolando un sueño)" y "Ni las
soledades".
Feliú vivió varios años en la Argentina durante la década
del 90, tiempo en el que trabó relaciones personales y estéticas con Juan
Carlos Baglietto, Fito Páez y León Gieco, entre otros músicos.
Desde hace casi tres décadas, a partir de que Rodríguez lo
tuvo como invitado en uno de sus conciertos, era asiduo protagonista de
recitales y giras por nuestro país, quizá porque, como el señaló, “soy un
porteño del Caribe, un habanero rioplatense”.
También afirmó que el vínculo con el público local se debía
a que sus canciones "son neuronales como los argentinos. Supongo que nuestro
lazo pasa por la cuestión literaria, luego también soy bastante tanguero y en
la parte musical, además, se reconoce que hago un cierto rock
trovadoresco".
Santiago, que era tartamudo, lo que le dificultaba hablar
con fluidez en los reportajes, tenía una voz afinada y dulcísima, que mostró en
logrados álbumes como “Vida” (1986), "Para mañana" (1988),
"Náuseas de fin de siglo" (1991), "Futuro inmediato"
(1999), "Sin Julieta" (2002), “Ay, la vida” (2010) y el de carácter
zapatista "Ansias del alba", que compartió con su hermano Vicente.
"Me sigue atrayendo el discurso político y la
comunicación con el mundo que tiene el zapatismo en medio de tantas aburridas y
jurásicas izquierdas", resaltó en 2008, a nueve años de ese magnífico
registro.
En 2003, cuando cumplió 25 años con la canción, señaló a
modo de balance que “siento que cumplo una vez más con mi propósito de ser
auténtico, distinto. Seguir siendo capaz de ser el mismo significa cierto logro
de canción de arte y, de alguna manera, una felicidad intelecto-espiritual".
En esa charla se le preguntó acerca de la distinción
otorgada por Fidel Castro a los 35 años del Movimiento Nueva Trova, y él
respondió: “Fidel habló como una hora de todo, luego entregó diplomas otorgados
por el Instituto Superior de Arte a varios trovadores. Cuando me tocó mi turno
me dijo: `Lo de la genialidad de los Feliú es genético, ¿no?`, a lo que le
respondí `No, el genio soy yo`".
Como un resumen de su obra y registro póstumo, durante su
última visita a la Argentina anunció que por su medio siglo de vida había
concretado dos conciertos diferentes en el Teatro Nacional. “Fueron 50
canciones por mis 50 años que saldrán en un DVD”, adelantó entonces, antes de
irse de nosotros.
leoveoytecuento
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